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El suelo que pisamos sin miedo

Para quienes crecimos en una patria con libertad de expresión, sin miedo, con división de poderes que protege al débil y figuras públicas que debatían con decoro, escuchar que "la democracia no sirve" nos hace rechinar el alma.

No es solo teoría. Es la memoria. Es una vida vivida en libertad, sin temor. Desde siempre.

Es saber que nuestras palabras no nos llevarán a una celda. Que un juez puede parar al poderoso. Que el disidente no es un enemigo, sino un conciudadano con otra idea.

La democracia no es la perfección. Es el camino.

Es el único sistema que contiene, en sí mismo, la humildad de poder cambiar de rumbo sin derramar sangre. La garantía de que el poder nunca será absoluto. El respeto como norma, no como concesión.

Cuando alguien la desprecia, no está criticando un mecanismo. Está despreciando nuestra historia de lucha contra el silencio y el miedo. Está proponiendo cambiar la dignidad por un espejismo de orden.

No. La democracia no es el vacío o la nada. Es el suelo que pisamos sin temblar. El aire que respiramos sin pedir permiso.

Y ese suelo, y ese aire, no se negocian. Se defienden.

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